jueves, 5 de febrero de 2015

Para afianzar nuestra esperanza


Vosotros os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a millares de ángeles en fiesta, a la asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino y al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel. 

La lectura de la Carta a los Hebreos que nos propone la Eucaristía de hoy nos invita a mirar más allá de nuestra limitada existencia. Por eso, oremos al Señor para que nos conceda una firme esperanza en sus promesas, y sepamos así superar las dificultades y contingencias de la vida presente, sabiendo que el Señor nos ha concedido participar, por la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, de la gloria de la Jerusalén celestial.

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