Oremos por todos cuantos hacen el bien a sus hermanos, por los que nunca dan la espalda a su prójimo y posponen sus propios intereses al auxilio de cuantos están necesitados.
Oremos los unos por los otros, para que seamos, en verdad, buenos samaritanos, y nunca abandonemos a quien nos encontramos por los caminos de la vida en necesidad. Oremos para que nuestra fe no sea como la de aquel sacerdote que pasó de largo, sino que se traduzca en efectivas obras de misericordia con cuantos desconocidos quieres el Señor que sean nuestros prójimos.
Pidámosle al Señor que nuestros corazón nunca se cierre a las necesidades de los demás, que quien realmente lo necesite encuentre siempre en nosotros compasión y misericordia.
Pidamos, los unos para los otros, el don de la caridad, sin el cual nuestra fe se queda muerta, pues si no amamos a nuestro hermano, al que vemos, ¿cómo podremos amar a Dios, al que no vemos?
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