martes, 11 de abril de 2017

Te hago luz de las naciones


Escuchadme, islas;
atended, pueblos lejanos:
El Señor me llamó desde el vientre materno,
de las entrañas de mi madre,
y pronunció mi nombre.

Hizo de mi boca una espada afilada,
me escondió en la sombra de su mano;
me hizo flecha bruñida,
me guardó en su aljaba y me dijo:
- «Tú eres mi siervo, Israel,
por medio de ti me glorificaré».

Y yo pensaba:
«En vano me he cansado,
en viento y en nada he gastado mis fuerzas».

En realidad el Señor defendía mi causa,
mi recompensa la custodiaba Dios.
Y ahora dice el Señor,
el que me formó desde el vientre como siervo suyo,
para que le devolvise a Jacob,
para que le reuniera a Israel;
he sido glorificado a los ojos de Dios.
Y mi Dios era mi fuerza:
- «Es poco que seas mi siervo
para restablecer las tribus de Jacob
y traer de vuelta a los supervivientes de Israel.
Te hago luz de las naciones, 
para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».

Lectura del libro de Isaías (49,1-6)

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