Ayer falleció en el Monasterio un monje verdaderamente ejemplar, el hermano Rupert. De profesión carpintero, era un monje amante de la oración, del trabajo, siempre dispuesto a ayudar en lo que fuera, y siempre con una sonrisa en el rostro y una palabra amable en los labios. Que el Señor le conceda el descanso eterno y el perdón de sus pecados.
Dale, Señor, el descanso eterno.
Y brille para él la luz perpetua.
Descanse en paz.
Amén.
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