Dios mío, de pura vergüenza no me atrevo a levantar el rostro hacia ti,
porque nuestros delitos sobrepasan nuestra cabeza,
y nuestra culpa llega al cielo.
Desde los tiempos de nuestros padres hasta hoy
hemos sido reos de grandes culpas
y, por nuestros delitos, nosotros con nuestros reyes sacerdotes
hemos sido entregados a reyes extranjeros,
a la espada, al destierro, al saqueo y a la ignominia,
que es la situación actual.
Pero ahora el Señor, nuestro Dios, nos ha concedido un momento de gracia,
dejándonos un resto y una estaca en su lugar santo,
dando luz a nuestros ojos
y concediéndonos respiro en nuestra esclavitud.
Lectura del libro de Esdras (9,5-9)
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