El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!
Este texto de la Primera Carta a los Corintios que leemos en la Eucaristía nos mueve a orar por los sacerdotes, que tienen a su cargo el predicar el Evangelio, aunque muchas veces se encuentran solos, desbordados y tentados. Pidamos al Señor que nos les falte nunca el apoyo de nuestra oración, para que no tengan otro objetivo que anunciar el amor de Dios manifestado en Cristo, y para que el Espíritu Santo sostenga su humana fragilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario