Señor Dios,
que con admirable sabiduría
distribuyes las funciones de los ángeles y de los hombres,
concede, benigno, que aquellos mismos que te asisten,
sirviéndote siempre en el cielo,
sean los que protejan nuestra vida en la tierra.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios
por los siglos de los siglos.
Amén
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