En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre Santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo nuestro Señor.
El cual, en la última cena con los Apóstoles,
se ofreció a ti como cordero sin mancha,
para perpetuar su pasión salvadora,
y tú lo aceptaste
como sacrificio de alabanza perfecta.
Con este sacramento,
alimentas y santificas a tus fieles
para que a los hombres, que habitan un mismo mundo,
una misma fe los ilumine
y los una un mismo amor.
Así pues, nos acercamos a tu mesa
para que, penetrados por la gracia de este admirable misterio,
nos transformes en imagen de tu Hijo.
Por eso, Señor,
todas tus criaturas en el cielo y en la tierra
te adoran cantando un cántico nuevo;
y también nosotros, con los ángeles,
te aclamamos por siempre, diciendo:
Santo, Santo, Santo
es el Señor, Dios de los Ejércitos.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
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