Israel era una viña frondosa, y daba fruto:
cuanto más eran sus frutos, más aumentó sus altares;
cuanto mejor era la tierra, mejores monumentos erigía.
Tiene el corazón dividido, ahora lo expiará:
él mismo destruirá sus altares,
abatirá sus estelas.
Ahora dicen: «No tenemos rey, no respetamos al Señor,
¿qué podrá hacernos el rey?»
Desaparece Samaria, y su rey, como espuma sobre la superficie del agua.
Son destruidos los altozanos de los ídolos,
el pecado de Israel.
Cardos y abrojos crecen sobre sus altares;
gritan a los montes: «Cubridnos»,
a los collados: «Caed sobre nosotros.»
Sembrad justicia y cosecharéis misericordia.
Roturad un campo,
que es tiempo de consultar al Señor,
hasta que venga y llueva sobre vosotros la justicia.
Lectura de la profecía de Oseas (10,1-3.7-8.12)
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