Oremos hoy por todos aquellos hermanos nuestros que como san Juan Bautista se retiran al desierto buscando un profundo retiro en la soledad, consagrándose solo a Dios y abandonando su mundo y su propio yo, su ascetismo corporal, su insistencia en la conversión del corazón y su orientación hacia Jesús, al que manifiestan, como Juan Bautista, como el Cordero de Dios, y hacen que, efectivamente, su modelo esté presente en todos los ideales de vida monástica cristiana.
Que su renuncia a las cosas de este mundo sea un sí a las cosas de Dios, y que tanto más se entreguen a él, mayor sea la felicidad que encuentren en Él, que es Esposo y Señor.
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