Oremos por la difunta Madre Matilde, abadesa de las Benedictinas de la Natividad, en el día de su onomástico, santa Matilde. Para que el Señor, en su misericordia, la haya acogido en su amor y la haga disfrutar de su perdón, de su luz y de su paz.
En su Libro de las Revelaciones, escribe santa Matilde esta visión, que leemos hoy pensando especialmente en la querida Madre Matilde:
Matilde vio al Señor sentado sobre su trono, con los brazos extendidos. Decía: «En la cruz he permanecido con los brazos extendidos hasta la muerte; ahora continúo con los brazos abiertos delante de mi Padre, para indicar que estoy siempre pronto a abrazar a quienquiera que se acerque a mí. ¿Hay alguien que desee este favor? Si está dispuesto a soportar todas las adversidades por amor mío, es señal de que ha llegado ya a este abrazo. ¿Hay alguien que aspire a mis besos? Si puede darse a sí mismo el testimonio de que ama en todo mi voluntad y en ella encuentra su más grande gozo, significa que ha obtenido ya este beso. Todo el que desee que oiga y escuche sus plegarias debe estar siempre dispuesto para cualquier obediencia, porque es imposible que las oraciones del hombre obediente no sean escuchadas por mi Padre».
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