Señor Jesucristo, tú eres la Palabra que existes desde siempre,
por la cual todo cuanto ha llegado a ser existe,
y en la cual vivimos nos movemos y existimos.
En ti, Palabra eterna, está la vida,
y la vida es la luz de los hombres.
Y para que los hombres pudiéramos contemplar tu gloria,
la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.
Salió, pues, el sembrador a sembrar la Palabra
para que nuestros corazones fuesen iluminados por luz eterna
y llegáramos al conocimiento de la verdad.
Míranos con compasión,
que no vengan malignos pájaros a devorar la semilla,
que la dureza pétrea de nuestro corazón no impida que fructifique,
que las persecuciones y el miedo no la sofoquen,
que las vigorosas zarzas de nuestras pasiones no las malogren,
sino que llega esa semilla llegue a dar fruto abundante
de fe, de esperanza y de caridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario