Pedro Berruguete - El Salvador |
Bendice, alma mía, al Señor,
y toda la plebe fiel a Cristo
me acompañe en los gozos
de mi religiosa acción de gracias.
Lo viejo perdió ya su oprobio;
la muerte se aguijón;
la prisión, al reo;
al condenado, la cadena.
No se rebele en nosotros la sangre
alegando su derecho criminoso y parricida para dominarnos.
El hombre es quien perdió;
el que rescató es Dios hecho hombre.
Mayor piedad te exigió, Señor, nuestra calamidad,
de lo que había perdido
la desenfrenada libertad de los primeros padres.
Entonces se nos dijo habíamos de ser siervos;
ahora, hijos.
Entonces, se prometía a los obedientes la inmortalidad;
ahora, se les acrecienta también la dignidad.
Entonces, que habíamos de disfrutar de delicias;
ahora, que hemos de convivir con los ángeles.
Entonces, que habíamos de vivir con la criatura;
ahora que hemos de reinar con el Creador.
Entonces, que habíamos de huir del diablo;
ahora, que ha de estarnos sumiso.
Entonces, que tuviésemos cuidado de los mandamientos;
ahora, se nos previene del aparato del juicio.
Entonces, se inculcaba el temor en la Ley;
ahora, lo persuade el corazón.
Entonces, no pudimos alcanzar el Paraíso por causa de la culpa;
ahora podemos esperar el cielo por la gracia.
Mejor, pues, mucho mejor
hemos venido a estar después de la ruina.
Por lo cual, humildísimos,
rogamos sin cesar que,
hasta tanto estemos del todo bien por tu curación,
no quites de nuestras llagas la medicina.
R/. Amén.
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