Por todos cuantos seguimos el camino cuaresmal, buscando la verdadera conversión, que nuestra debilidad y nuestra mundanidad sea renovada en la oración y la penitencia. Que el Señor transforme nuestros corazones y los haga tierra fértil donde florezcan los dones del Espíritu.
aleja de mí el espíritu de pereza y
de abatimiento, de dominio,
de palabras vanas; concédeme a mí
tu siervo, espíritu de castidad, de humildad,
de paciencia y de amor;
Señor Rey, concédeme poder ver
mis pecados y no juzgar a mi hermano,
porque tu eres bendito por los siglos
de los siglos. Amén.
San Efrén
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