¡Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
Padre de misericordia y Dios del consuelo!
Él nos alienta en nuestras luchas
hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás
en cualquier lucha, repartiendo con ellos
el ánimo que nosotros recibimos de Dios.
Si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros,
gracias a Cristo rebosa en proporción nuestro ánimo.
Si nos toca luchar, es para vuestro aliento y salvación;
si recibimos aliento,
es para comunicaros un aliento
con el que podáis aguantar los mismos sufrimientos
que padecemos nosotros.
Nos dais firmes motivos de esperanza,
pues sabemos que si sois compañeros en el sufrir,
también lo sois en el buen ánimo.
Comienzo de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,1-7)
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