El testimonio, en la vida cotidiana, con algunas dificultades, y también en la persecución, con la muerte, siempre es fecundo. La Iglesia es fecunda y madre cuando da testimonio de Jesucristo. En cambio, cuando la Iglesia se encierra en sí misma, se cree – digamos así – una ‘Universidad de la religión’, con tantas bellas ideas, con tantos bellos templos, con tantos bellos museos, con tantas bellas cosas, pero no da testimonio, se vuelve estéril. Y el cristiano lo mismo. El cristiano que no da testimonio, permanece estéril, sin dar la vida que ha recibido de Jesucristo.
Estas palabras del papa Francisco, pronunciadas ayer en su homilía sobre el martirio de san Esteban, nos invitan a orar, los unos por los otros, para que seamos dóciles al Espíritu Santo, que nos empuja a dar testimonio de Cristo, el Señor resucitado, en medio de nuestro mundo: con valentía, con amor, con sinceridad, con sencillez.. Te lo pedimos, Señor.
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