Digno y justo es que te demos gracias,
a ti, Señor Santo,
Padre omnipotente, eterno Dios,
y a Jesucristo, tu Hijo y Señor nuestro.
Quien juntamente contigo y el Espíritu Santo,
santificando este día
con la hermosura de doble luz,
lo dedicó a la luz y a la salvación,
creando para ésta las cosas que no existían
y salvando por la redención las ya creadas;
haciendo a la luz primera por razón del tiempo,
y haciéndola gloriosa por la restauración del hombre;
creando en aquélla esta luz invisible,
y manifestando en ésta
la gloria de la Resurrección de hoy.
En ésta, pues, Cristo,
acabando con los dolores del infierno,
triunfó después de vencido el diablo
y muriendo la muerte venció,
reconciliando con su sangre
la tierra con los cielos.
Por lo cual, con razón,
todos aquellos Ángeles y todos los Santos
no cesan de aclamarte.
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