Recordad aquellos días primeros, cuando, recién iluminados, soportasteis múltiples combates y sufrimientos: ya sea cuando os exponían públicamente a insultos y tormentos, ya cuando os hacíais solidarios de los que así eran tratados. Pues compartisteis el sufrimiento de los encarcelados, aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes, sabiendo que teníais bienes mejores, y permanentes. No renunciéis, pues, a vuestra valentía, que tendrá una gran recompensa.
Este texto de la Carta a los Hebreos que leemos en la Eucaristía me sugiere rezar especialmente por los jóvenes cristianos, que tienen que vivir su fe en medio de un ambiente hostil, por la negación de Dios, o por la abundancia de tentaciones de todo tipo para abandonar la vida evangélica. Para que la fuerza del Espíritu Santo les lleve a sobrellevar las dificultades de su fidelidad a Cristo
Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad
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