Así dice el Señor: «Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.»
La primera lectura del profeta Isaías que escuchamos hoy en la Eucaristía nos invita a orar, los unos por los otros, para que con docilidad escuchemos la Palabra de Dios, y permitamos con gusto al Espíritu Santo hacerla viva y eficaz en nuestro corazón.
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