Estrasburgo. La Sinagoga y la Iglesia |
Yo soy el Gran Rey,
y mi nombre es respetado en las naciones
–dice el Señor de los ejércitos–.
Y ahora os toca a vosotros, sacerdotes.
Si no obedecéis y no os proponéis dar gloria a mi nombre
–dice el Señor de los ejércitos–,
os enviaré mi maldición.
Os apartasteis del camino,
habéis hecho tropezar a muchos en la ley,
habéis invalidado mi alianza con Leví
–dice el Señor de los ejércitos–.
Pues yo os haré despreciables y viles ante el pueblo,
por no haber guardado mis caminos,
y porque os fijáis en las personas al aplicar la ley.
¿No tenemos todos un solo padre?
¿No nos creó el mismo Señor?
¿Por qué, pues, el hombre despoja a su prójimo,
profanando la alianza de nuestros padres?
Lectura de la profecía de Malaquías (1,14–2,2b.8-10)
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