Cristo resucita a la hija de Jairo. Friedrich Overbeck, 1815 |
Amado Señor, tú conoces el corazón de tus hijos, y no te quedas indiferente ante el pobre que te suplica. Tú sabes lo que nos aflige, tu comprendes la preocupación de los padres ante la enfermedad de alguno de sus hijos. Vengo hoy, como el funcionario real del Evangelio, a pedirte que sanes a tu hija Alba.
Señor, a ti que quieres que tengamos vida en abundancia, te pido que por el poder del misterio de tu infancia y tu vida oculta en el hogar de Nazaret, sanes al niña a quien tú conoces y amas. Cuida de su cuerpo y de su alma. Pasa tu mano sanadora sobre ella para que sienta tu alivio, tus cuidados y se restablezca prontamente, según tu voluntad.
Tú, que recibiste los amorosos cuidados de María y José, consuela y reanima a su padre y a su madre, no dejes que caigan en la desesperación, en la duda, en la depresión, sino que desde su dolor y preocupación recurran a ti como fuente de verdadera, plena, y duradera curación del cuerpo y del alma.
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