Icono copto de Cristo |
En verdad es digno y justo, santo y noble,
y útil para nuestras almas,
el que eres, Dominador, Señor, Dios Padre todopoderoso,
cantarte, celebrarte en himnos, darte gracias, confesarte
de día y de noche,
con voz incesante y labios que no callan corazón que no enmudece;
a ti que hiciste el cielo y cuanto en el cielo hay,
la tierra y cuanto en la tierra se halla,
los mares y las fuentes, los ríos y los lagos
y cuanto en ellos se mueve;
a ti que hiciste al hombre a tu propia imagen y semejanza,
a quien diste en regalo las delicias del paraíso
y no lo despreciaste ni abandonaste cuando prevaricó,
antes bien, Dios bueno,
lo volviste a llamar por medio de la ley,
lo instruiste por medio de los profetas,
lo restauraste y renovaste por medio de este tremendo,
vivificante y celestial misterio.
Y todo lo hiciste por medio de tu Sabiduría,
la luz verdadera,
tu unigénito Hijo, Señor, Dios y Salvador nuestro Jesucristo;
por él, a ti, con él y el Espíritu Santo,
dando gracias, te ofrecemos
este culto espiritual e incruento,
que te ofrecen, Señor, todos los pueblos
desde el oriente hasta el ocaso, del septentrión al mediodía;
porque grande es tu nombre entre todos los pueblos
y en todo lugar se ofrece incienso a tu nombre y un sacrificio puro,
un sacrificio y una oblación.
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